“La religión es el opio del pueblo.” — Karl Marx (1818-1883), filósofo comunista alemán del siglo XIX.
Recientemente fueron las elecciones presidenciales en Brasil, un hecho que generó mucha expectativa a nivel internacional… el mundo estaba atento sobre cuál sería el resultado final, tomando en cuenta que se alargaron, pues hubo una segunda vuelta.
El día de hoy me gustaría compartirles algunas reflexiones que tuve durante este proceso, pues, a pesar de estar en México, tuve la oportunidad de seguir las elecciones de Brasil muy de cerca.
Al no ser brasileño, ante de comenzar mi reflexión, me gustaría dejar en claro mi respeto y admiración por este país, pidiendo una disculpa de antemano si lo que escribo es una interpretación equivocada de lo que recientemente pasó en Brasil.
No sé cuando comenzó, ni cómo, pero Brasil ha sido un país que me ha cautivado a la distancia. Ha sido tanto mi interés y amor por este país que, gracias al apoyo de mi amiga brasileña, Natalia de Andrade, en septiembre de este año, thebookishman.com comenzó operaciones en este país, con un equipo de 7 escritoras y escritores, todxs estudiantes de la Universidade Estadual de Santa Cruz, localizada en Bahía, Brasil.
Juntos ponemos nuestro granito de arena en la discusión de los asuntos más importantes de Brasil y el mundo con una perspectiva de justicia social.
thebookishman.com llegó a Brasil en un momento muy importante para el país. Llegamos un mes antes de que fueran las elecciones presidenciales, en las que se decidiría si Jair Bolsonaro iba a continuar 4 años más como presidente, o la población lo castigaría eligiendo a su contendiente, Lula Da Silva.
Durante todo el mes de septiembre pude sensibilizarme sobre lo que estaba pasando en este país y puedo decir que la palabra que mejor describía lo que veía (a la distancia) era: polarización. Todo esto me parecía familiar, pues ¿qué no es este un problema que esta ocurriendo en muchas democracias del mundo, como la mexicana, para no irnos tan lejos?
En el caso brasileño, dos elementos que sobresalían de esta polarización eran las fake news y la cuestión religiosa. Dos elementos que no están aislados, más bien se alimentan uno al otro.
En este caso me gustaría enfocarme en la cuestión religiosa (el tema de las fake news lo podemos dejar para después).
Me gustaría hacerles una pregunta: ¿es socialmente deseable que la política y la religión vayan por un mismo camino?
Si tomamos en cuenta que la sociedad avanza, evoluciona, lo que antes funcionaba (fuera o no deseable) tal vez ya no funciona más, y que esta se vuelve cada vez más compleja (en el sentido más neutro de la palabra), ¿es deseable que la religión sea la que dicte la dirección que una sociedad deba tomar? Tomando en cuenta, también, que la religión por naturaleza es conservadora (otra vez, en el sentido más neutro de la palabra), es decir, que buscar conservar eso que antes funcionaba; que si antes se pensaba que la pared era roja, se siga creyendo que es roja aunque los hechos demuestren otra cosa.
Quisiera aclarar que esto no es un ataque contra la religión... Creo que la religión es sin duda un elemento muy importante en cualquier sociedad, que genera cohesión social y, en el mejor de los casos, a un nivel individual, puede ayudar a las personas a encontrar una forma de trascender en la vida a través del servicio, amor, perdón y la misericordia.
Sin embargo, el problema es que la religión por naturaleza es anacrónica, y cuando la sociedad se mueve, avanza y se transforma, la religión se resiste. ¿Es socialmente deseable esto?
Anacrónica ha sido, también, la presidencia de Bolsonaro. Un Brasil que había intentado moverse hacia una sociedad más inclusiva, tolerante y justa, de pronto fue sorprendido con la llegada de este personaje de extrema derecha, caracterizado por las mentiras y el odio.
Esto no fue una casualidad, pues, a pesar de que suene descabellado que un presidente se conduzca por las mentiras y el odio, Bolsonaro es un político que ha logrado conectar con gran sector de la población brasileña que se caracteriza por ser extremadamente religiosa.
Esto nos ayuda a entender que estas elecciones no solo fueron políticas, sino que también fueron una disputa de valores. Esto me gustaría ejemplificarlo con unas conversaciones que tuve unos días antes de las votaciones de la segunda vuelta, con tres personas de Brasil que apoyaban a Bolsonaro, quienes además son muy religiosas.
Dos de estas me dijeron: “no estoy de acuerdo en algunas cosas con Bolsonaro, pero de algo estoy seguro: no estoy de acuerdo en nada con Lula”. Asimismo, una me dijo “yo estoy a favor de la familia tradicional”.
Ahí entendí claramente la complejidad que existe al mezclar la política y la religión. Para este tipo de personas, primero está la religión y después todo lo demás. Primero son cristianos y después ciudadanos — entendiendo la ciudadanía como la condición que podemos tener todas las personas al alejarnos de nuestros interese personales para buscar intereses comunes que surjan a partir de una discusión pública razonada, imparcial e inclusiva —.
En la conversación, estas personas me exponían argumentos sobre por qué era mejor Bolsonaro que Lula, y al verificar las informaciones que me compartían me daba cuenta que, o eran mentiras, o eran verdades a medias… Claramente se veía el sesgo religioso que hacía que cualquier argumento estuviera viciado desde su origen… Otra vez: primero son cristianos y después ciudadanos.
Esto hace que surja la pregunta: ¿la política y la religión son como el agua y el aceite? ¿Se puede ser cristiano y ciudadano al mismo tiempo? O, mejor dicho, ¿debemos dejar que la religión dicte la forma en que ejercemos nuestra ciudadanía?
No soy quien para responder estas preguntas de manera definitiva, pero algo me hace pensar que sí, son como el agua y el aceite, y no, no debemos dejar que la religión nos dicte la forma en que ejerzamos nuestra ciudadanía, porque, otra vez, la sociedad avanza, evoluciona, se modifica, y la religión no, se queda, se estanca y se resiste.
Tú, ¿qué opinas?